A tan solo 4 km del centro de la ciudad de Santa Fe se encuentra el paraje La Boca, lindante a Alto Verde, un lugar poco conocido que guarda una idiosincrasia vinculada a la isla y el río. Desde el año 2014, un grupo de vecinas y vecinos locales vienen trabajando en la recuperación del patrimonio isleño acercándolo a la comunidad en la propuesta de turismo comunitario y sustentable, conocida como “isla a puertas abiertas”.
“Tiene ‘ese algo’ que no se encuentra en otro lugar”, comparte Susana Cabrera (30), una vecina de Alto Verde que se sumó al proyecto como anfitriona y, desde entonces, disfruta de la experiencia y del entorno, descubriendo un paisaje que no conocía a pesar de vivir cerca de la zona.
La propuesta se realiza a partir del proyecto de extensión “Paisaje de islas: patrimonio y turismo como estrategia de desarrollo solidario”, de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), junto con el apoyo de organizaciones, asociaciones y el gobierno local. De esta manera, trabajan en el territorio y con la comunidad mediante encuentros, talleres e intercambiando saberes junto con las y los vecinos del paraje.
“Todo lo que sea paisaje, tranquilidad, la pesca; me encanta”, expresa con entusiasmo Milo Durán (28) quien también participa como organizador y anfitrión en los recorridos.
Entre los objetivos se busca consolidar la identidad del territorio y destacar su patrimonio natural y cultural, tomando como estrategia de desarrollo el turismo comunitario con enfoque sustentable y solidario. Y también brindar la posibilidad de generar nuevas oportunidades laborales para la comunidad.
Sobre el paraje
El Paraje La Boca se encuentra lindante a Alto Verde, en la zona del valle de inundación del Río Paraná. Con la construcción del puerto de ultramar de Santa Fe -a inicios del SXIX-se fue moldeando esta zona de islas.
Esta obra impulsó la creación del canal de acceso artificial para que los buques tengan una entrada fluvial a la ciudad. Es así que a pico, pala y carretilla se abre el canal y sobre la tierra depositada a un lado, va surgiendo el barrio de Alto Verde. El canal tiene más de 7 km de largo, atraviesa y divide varias islas, permitiendo la llegada desde el río Colastiné. El paraje toma el nombre de La Boca porque es donde el canal se une con el río.
Se estima que en la actualidad viven alrededor de 1500 familias. El barrio cuenta con dos escuelas (una primaria y una secundaria), un centro de salud, una capilla, una reserva, las instalaciones de un ex club. Las calles son de tierra y hay más canoas que autos. Buena parte de sus habitantes creció en el oficio de la pesca o ha estado vinculado de alguna manera a esta actividad. Su gente es apacible y encuentra belleza en la simplicidad de su entorno. Desde los patios de las casas se avistan lanchas, barcos areneros y alguna otra embarcación de recreo.
Isla a puertas abiertas
Caminar y recorrer La Boca junto con los lugareños es vivenciar el estilo de vida en este paisaje costero. La propuesta es autogestionada por vecinos y vecinas, con una fuerte impronta en el reconocimiento y puesta en valor del patrimonio isleño. Bajo la consigna “La Boca, isla a puertas abiertas” buscan que cada experiencia sea única.
Roberto Acosta (46) es ceramista, participa como anfitrión y suele trabajar las representaciones de los animales de la zona. Sobre la experiencia comenta que “es un contacto con la naturaleza de otra forma”. Y sigue :”es un acercamiento a un lugar que muchas personas no conocen y los mismos vecinos cuentan lo que es vivir en este lugar y quieren rescatar lo que es la protección hacia el medio ambiente”.
“Se pueden encontrar diferentes historias” dice Milo “como la de un reconocido ceramista y poeta, ‘Kiwi’ le decían; él no era oriundo de acá, sino que se mudó por diversos motivos que cuento durante el recorrido”.
Los recorridos se realizan a pie y el itinerario incluye caminata por el monte nativo y el arenal, relatos sobre la historia local y la posibilidad de descubrir lugares y colores propios de cada estación del año. También conocer prácticas artesanales como la elaboración de piezas de barro.
Además, se ofrece una pequeña feria donde los visitantes pueden adquirir productos como garrapiñada, empanadas, pan casero, mermelada, miel y artesanías. La experiencia culmina con un agasajo de empanadas de pescado y aguas saborizadas del río Paraná.
“La gente que ha venido dice que es una paz. Creo que no hay otro paisaje así”, expresa Susana reflejando la calidez de este lugar.
Para más información, pueden seguir la cuenta de Instagram: @turismocomunitario.sf
Muy linda nota. Tengo que ir a hacer ese recorrido cuando ande por Santa Fe.